El dolor de la madre de un “pies mojado”

Hay una generación de cubanos, que no por ser comunista, ayer sintió alegría cuando, repentinamente, la Casa Blanca estadounidense anunció el fin de una ley, que adjunta a la de Ajuste Cubano, permitía a quien pusiera pie en tierra americana, se le permitía una estadía legal. Se trata de la ley de “Pies secos, Pies Mojados” que el presidente Obama, declaró anulada ayer, a solo una semana de que culminara su Presidencia.

¿Quién puede alegrarse con eso? Bueno, hay toda una generación de madres y padres cubanos, que por más de medio siglo han vivido en un horror total, pensando que sus hijos, obstinados por la situación económica y política vigente en la isla desde el año 1959, se lanzaría a la ardua y peligrosa travesía de viajar por el mar a los Estados Unidos. Años durante los cuales los tiburones, entre el norte de Cuba y el sur de la Florida, se pusieron obesos.

La cuenta que nadie saca, simplemente porque no existen los números, es la de la cantidad de cubanos que murieron en el intento de irse. Tampoco existen números para los “pies mojados”, que son aquellos cubanos que se lanzaron a la travesía, pero fueron intersectados -muchos casi llegando a la costa estadounidense- pero por no haber pisado tierra, fueron deportados.

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En el año 2016 llegaron unos 50 mil cubanos a Estados Unidos pidiendo asilo y adquirieron beneficios instantáneos por haberse salvado de un régimen. Esos son los “pies secos”. Hay 50 mil padres y 50 mil madres en Cuba que el año pasado rezaron, lloraron, temieron que a esos 50 mil hijos no llegaran a secárseles los pies.

Porque en el 2016, esos cubanos no solo se lanzaron al mar para llegar a Estados Unidos, sino que atravesaron travesías horripilantes y peligrosas, cruzando países donde los discriminaron, abusaron, estafaron -y hasta casi mataron- para llegar. Nadie sabe cuántos de ellos nunca llegaron.

Hay una generación en Cuba que aún llora por los que no llegaron. La misma que lloran por los que los guardacostas devolvieron vivos a las autoridades, y hoy viven marcados de “intento de abandono del país” y no son más que eso en su país. No juzguen a esa generación cuando esa generación trata de explicar que sintió un alivio al saber que esa luz de esperanza que sus hijos vieron antes de lanzarse al mar, o al tratar de irse por terceros países, ayer se apagó.

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