Hombre cazuelero: Algunas definiciones cubanas

Muchas son las acepciones de la palabra “cazuelero” en el diccionario popular cubano, un término que se vincula solamente al sexo masculino.

Nuestra revista hizo una búsqueda bibliográfica y encontramos que lo mismo puede significar “chismoso” u “hombre que le gusta meterse en todo”.

El cronista José Victoriano Betancourt sintetizó el fenómeno allá por el año 1852: “Con este nombre he oído designar en la sociedad a aquellos individuos que, por un espíritu de intervención fastidiosa, quieren saber y mezclarse en todos los accidentes, aun en los más insignificantes de su casa…”

El que escribe (y usted que lee quizás) soportó que le llamaran así, sobre todo en el hogar: lo mismo cuando elegía-opinaba sobre el color de la pintura de uñas de mi Madre o proponía los condimentos a utilizar en la cocina.

“¡Muchacho, no seas cazuelero!”, era la frase que le escuchaba decir a mi progenitora que, rápidamente, me devolvía un “vete echando” o exclamaba “a las mujeres no le gustan los hombres cazueleros.

Esta especie abunda en algunos hogares y familias de la Isla, no necesariamente obedece a algún síndrome de paternalismo, ansia obsesiva de control o necesidad de joder, para decirlo en buen cubano.

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La raíz de la palabra proviene de “cazoleiro” en Galicia, no es más que el hombre que se entromete en asuntos femeninos. O sea, el que los castellanos denominan “cominero”.

Lo que sí es cierto que estamos en presencia de un personaje real. Podríamos definir su perfil: le caracterizan un afán por abarcarlo todo y su perspicacia, capaz de detectar el más mínimo detalle.

Cuba es un país que pregona cierta igualdad entre hombres y mujeres. De hecho el llamado Código de Familia, instaurado en 1975, intenta un balance entre las tareas que desempeña una dama y un caballero, pero esto es solo un alarde de legislación.

Dejemos, a modo de conclusión, que sea Victoriano Betancourt con otro fragmento de su estampa “El hombre Cazuelero”, donde retrató a este ejemplar casi endémico de Cuba y no precisamente una especie en extinción:

“Es un mueble tan accesorio de su casa como las telarañas que diariamente quita detrás de las puertas; pasea poco, viaja mucho por el interior de su domicilio, y trabaja todo el día con incansable afán, ya sacudiendo las sillas de la sala, ya recogiendo algún papel que el viento introdujo en ella;… su ojo es perspicaz, nada se le escapa; es el de la omnipotencia.”

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