Los caprichos del cubano

“Las cosas hay que hacerlas porque hay que hacerlas”, diría Pedro, que bien podría ser Juan, Yannkiel o Yusimí. Lo cierto es que el cubano acumula en sus genes grandes dosis de voluntad, con un poquito de capricho y obstinación.

Somos cabezas duras a más no poder, si algo se nos mete “entre ceja y ceja” no paramos hasta lograrlo aun cuando parezca una batalla contra molinos de viento.

Resulta que para el antillano esta es una navaja de doble filo. Por un lado nos ayuda a vencer obstáculos y crecernos antes las dificultades, y por otro no crea grandes problemas y sufrimientos, por desandar lo intrincados caminos dela vida sin miedo a nada.

No faltan historias donde esta característica nos hizo triunfar. Constan los innumerables intentos de viaje al exterior, los años en la microbrigadas de la construcción para poder tener casa, la miles de horas estudiando para sacar la carrera, o simplemente lo avatares de la cotidianidad en la isla que te obligan a luchar para sostener a la familia.

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Creo que una parte importante de ese carácter fuerte y voluntarioso del cubano está en las experiencias que no ha tocado vivir. Luchar para todo, nos educó en la idea de que si no ponemos empeño no logramos nada.

El capricho esta en todo. Tratamos de mantener las apariencias en el barrio para que nadie diga que somos arrastrados, si la niña va una actividad de la escuela, “me quedo sin un kilo pero mi hija no puede ser menos que los demás”. Podemos comer huevo, pero con todo el glamour posible.

Esa obstinación también nos dio orgullo. Supuso para los nacidos en la isla la obligación de no dejarnos humillar o vapulear. También nos dio valentía, borró casi por completo la palabra miedo de nuestro diccionario.

Sí, el capricho del cubano, no constituye el mero deseo infundado de tener o lograr algo, implica puras ganas de avanzar, de ser mejores, de distinguirnos entre los demás. Por eso los caprichos del oriundo de Cuba tienen un lado positivo.

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